Las sendas en el mapa de nuestra vida

De ese día conservaremos sendas fotografías en las que estamos mirando un mapa. Apenas tenemos fotografías nuestras mirando un mapa y menos dos, tomadas el mismo día.

En su foto, Ana, sentada en una piedra en el Cuello de Brazato compara las formas minerales del Vignemale con su representación en tinta sobre el viejo mapa, plegado, replegado y remendado con celo en cada esquina.

En la otra foto, Daniel busca, en el detalle de las curvas de nivel, los símbolos y las letras del papel, el nombre de los picachos que nos rodean.

Los mapas cuentan parte de la vida de quién los usa. En ellos está una parte de nuestro pasado, nuestro presente y algo de nuestro futuro.

Quizá sea forzado buscar la relación de estas fotos con el giro radical que nuestras vidas iban a dar en las siguientes horas, pero hay que buscar un comienzo para cada relato y este es el que elegimos para éste.

Pocas horas después estábamos llamando a la inmobiliaria que anunciaba la venta de una casa en Yosa de Sobremonte, una aldea cercana al concurrido aparcamiento del Balneario de Panticosa en el que nos encontrábamos acampados con nuestra furgoneta. Al día siguiente, a las 11 de la mañana, nos enseñarían la casa.

Era la primera casa que íbamos a ver.

Ana llevaba desde hacía un año flirteando en Internet con bonitas casas rodeadas de naturaleza. Daniel no le hacía demasiado caso. Bastante tenía con su trabajo en la montaña, preparar sus excursiones y atender a sus clientes.

Los sofás rojos golpearon nuestras miradas nada más entrar en la estancia. Fue una primera impresión violenta. Al abrirse las ventanas, la luz del sol de agosto lo inundó todo y permitió observar los detalles de las distintas estancias que componían la casa.

Ana veía la piedra, la madera, los muebles, los colores de la pintura, el jardín, una enorme cocina para comer con los amigos…

Daniel veía su ubicación, su altitud, su clima, su comunicación con las montañas y con el llano. Y sus posibilidades para dar alojamiento a sus clientes…

A Ana le encantó. A Dani le enamoró. Y el amor es ciego.

Nuestra nueva casa en Yosa de Siobremonte

De eso hace ya casi tres meses. Tres meses de sustos, de disgustos y de bancos. Tres meses ante el abismo. Tres meses en los que hemos vendido nuestra querida casa de Manzanares el Real sin saber si realmente podríamos comprar ésta. Tres meses de los que no hemos terminado de salir, pero de los que irremediablemente saldremos.

En el plegado, replegado y remendado mapa de nuestras vidas hay una senda marcada por la que hemos transitado hasta el punto en que estamos ahora. Y hay un espacio en blanco en la dirección hacia dónde apuntan nuestros pasos. Incertidumbre, miedo, ilusión… y mucha unión entre nosotros.


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